¿Cómo y porqué escribir NOVELAS RÁPIDAS?

No escribo historias para ganar dinero, gano dinero para poder seguir escribiendo historias.

Las personas no me comprarán más libros porque yo grite en las redes que son "muy buenos", las personas nos compran libros cuando su experiencia con ellos es maravillosa: satisfactoria, emocionante, y les deja un poco curiosos, ansiando otro igual. 

La calidad, no la publicidad, es la que incrementa las ventas.

No hay mejor branding que personas que no pueden dejar de leer tus libros. Todos los que comentan tus obras, para bien o para mal, te ayudan y aumentan la expectativa sobre cuándo saldrá tu próximo libro.

Mi estrategia:

Publicar constantemente historias interesantes y de rápida lectura, que conecten emocionalmente con el lector y hablen de verdades universales y humanas, no de opiniones del día.

No es nada sencillo, y es un trabajo de 24 horas diarias, los 7 días de la semana. Cuando digo que también escribo dormido la gente sonríe, pero luego hablaremos de cómo desarrollar la idea en el inconsciente.

Después de varios años de guionista de TV y escritor de narrativa me conozco lo suficiente como escribir diariamente, y publicar cada dos meses, ojalá más, sin autodestruirme en el intento.

Esto para mí es 20 veces mejor y más realista que dedicarme a rumiar libros larguísimos, llenos de descripciones interminables que el lector se salta y que solo me permitirían publicar cada 3 o 4 años, si es que logran completarse. ¡No, gracias!

La dificultad y cantidad de tiempo que toma revisar un texto es lo que me ha decidido a escribir historias más cortas que la norma editorial salida de los años 80's. Toda la industria del libro digital tiende cada vez más a esto, digan lo que digan las editoriales tradicionales.

Tardo entre 3 o 4 veces más tiempo revisando y corrigiendo mis historias de lo que tardo en escribir el primer borrador de una historia. Si tardo 3 meses escribiendo una historia, suelo tardar un año revisándola y corrigiéndola hasta que está lista, y aun así tardo la mitad de lo que toma una editorial internacional y reconocida desde que recibe un manuscrito hasta que lo publica. Por eso siempre trabajo en varios proyectos a la vez, aunque me concentre día a día en una etapa distinta de ellos. Mientras unos reposan lo suficiente para permitirme ver sus puntos flojos cuando los retome, estoy escribiendo una nueva historia, y tomando anotaciones para la siguiente, a la vez que estoy esperando la valoración de mi editor de historias o lectores de prueba sobre otra historia que escribí y corregí hace meses. Solo así puedo producir contenido eficiente y constantemente.

Amo escribir, nací para eso, soy feliz ideando y planificando una historia paso a paso, en la Escuela de Letras estudié específicamente para esto, y la etapa en que no escribí, lo sufrí tanto que no quiero volver a tener esa experiencia ni un día más en la vida.

Las primeras y más profundas correcciones y revisiones de un texto deben ser las del propio autor, tanto si autopublicas como si deseas trabajar con editoriales tradicionales. Me alarma la cantidad de escritores que lanzan al ruedo el primer borrador o pretenden vender un segundo borrador que no ha sido corregido ni pensado con detenimiento. Eso no le ha funcionado a nadie, nunca, no sé por qué insistimos en hacerlo...

He visto cómo mejora la vida y la calidad de las historias que descansan, que otros valoran, que corregimos con paciencia antes de publicarlas. Y lo digo confesando que detesto corregir mis textos, es lo peor parte de la profesión de la escritura. Revisar un texto es como despertar sabiendo que uno se debe sentar a la computadora mientras recibe patadas en el trasero. Pero alguien tiene que hacerlo. Tú. Incluso antes de que pase a correctores y editores profesionales, tú debes haber pulido tu historia. Los libros autopublicados están inundados de buenas historias e ideas geniales que nadie toca porque están a medio cocer. Crudas, incompletas y a mitad de camino la mayoría de las veces. A todos nos ocurre, pero hay que arreglarlo.

Escribo para personas como yo, pero no para mí, pues no son lo mismo.

Escribo para personas que le gustan las historias emocionantes e inteligentes, rápidas y concisas, de tramas nítidas, que no subestiman al lector y sobre todo, que lo mantienen leyendo. Eso intento con todas mis habilidades, aunque no sé si siempre lo consigo.

Lo mejor que me han dicho en comparación a los libros tradicionales es que mis historias parecen películas, y que por lo general mías tienen menos páginas, pero mucho más contenido. Eso es lo que busco.

Todos mis libros están creados desde el punto de vista del lector, para su experiencia: entretener, emocionar y hacerlos disfrutar, todo mi plan y lo que quiero decir con mis historias vienen después de conseguir lo primero.

La buena publicidad no parece publicidad.

Y las buenas causas siempre ganan seguidores cuando sus historias logran conectarse con las emociones de las personas.

Hay ya muchos libros y guiones echados a perder por la infantil manera en que el autor nos quiere vender su ideología y sus bonachones deseos para salvar al mundo, sobre todo cuando tienen razón al querer hacerlo.

Al mismo tempo son muy pocas las películas producidas por esas "terribles trasnacionales" que no funcionen con el público. Una corporación sin alma que siempre logra vendernos juguetes, camisetas y libros de cocina relacionados con la historia es algo de admirar, aunque sus intenciones no sean buenas. Por eso he estudiado la estructura comercial de las historias, para usarla a favor del público y no en su contra.

Una vez escribí un microrrelato que todavía leo y me parte el alma, de lo sencillo, trascendente y poderoso que es su mensaje. Trata sobre mi propia experiencia como refugiado, sobre mi madre, de la resonancia que el amor de nuestros seres queridos va adquiriendo cada vez más en el avance de nuestras vidas al luchar superar los sufrimientos más crueles e inesperados.

Lo envié a todos los concursos literarios posibles, sobre todo (no exclusivamente) a los de España, los que tenían al tema de la inmigración en sus convocatorias. Incluso participé en el premio literario de Admistía Internacional. Nada. A nadie le interesó la experiencia en carne propia de un refugiado.

Duré meses en shock, rechazo tras rechazo. Salí con el alma cicatrizada de otro lado de esta experiencia. Me enseñó que a nadie le interesa el sufrimiento ajeno, ni mi opinión política por los eventos del mundo, si no la buena historia que puedo contar para ellos, porque cuando la corporación te vende el juguete en ningún momento te estás dando cuenta de que lo están haciendo, como con un buen programa educativo, que te enseña sin que seas consiente que estás aprendiendo, pero con el autor que quiere salvar a la sal del Himalaya es burdamente evidente que toda la historia no es más que una justificación para eso, como un mal aviso publicitario, nadie le presta atención.

Desde allí uso el método de Mad Men, que tras una fachada perfecta nos mete de contrabando sus mensajes: bajo la apariencia de mujeres groseramente bellas y voluptuosas nos habla del machismo y la injusta posición de las mujeres en el trabajo. De tipos guapos y triunfadores, que en el fondo son inseguros, infieles y llenos de mentiras, bajo agradables dinámicas sociales esconden batallas por el poder y bajo estilos atractivos e ideas ingeniosas nos habla de los miedos más humanos y la tendencia más terrible a autodestruirnos. Todos esto en un show de los años 60's con un protagonista que se parece a Kent, el novio de Barbie y que termina con un emotivo comercial de Coca Cola. He visto la serie entera unas 8 veces, y capítulos individuales quizá más de 20 veces. Para mí es un ejercicio tan interior como leer poesía. Eso es buena escritura. Me pasa lo mismo con las primeras temporadas de los Simpsons o con Star Trek.

Lo mejor que puedo decir respecto a estas series es que sus historias parecen grandes películas, y aunque por lo general tienen menos recursos y son más cortas, tienen mucho más contenido. Creo que eso es lo que hay que buscar.

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