Bergman en Persona o Cómo canalizar sanadoramente las más profundas crisis personales en nuestra obra creativa

Bergman en Persona

Cómo canalizar sanadoramente las más profundas crisis personales en nuestra obra creativa



“El sueño imposible de ser.
No de parecer, sino de ser”
Ingmar Bergman

 El personaje
A mediados de la de década del sesenta del pasado siglo Ingmar Bergman fue ingresado a un sanatorio en las afueras de Estocolmo, Suecia.  Se filtró a los periódicos que el cineasta sufría de constantes ataques de ansiedad. El cuerpo médico, al encontrarlo en excelentes condiciones, físicamente al menos, para un hombre en sus cuarenta años concluyeron que la causa de todo se debía al estrés derivado de su oficio y se le recomendó un distanciamiento de unos meses de sus labores cinematográficas; sintiéndose  satisfechos de sí mismos, hicieron bromas sexistas sobre lo difícil que sería para Bergman estar alejado de las bellísimas actrices suecas y se dio por concluido el asunto. 
Dos semanas después el director de cine tuvo una fuerte recaída,  siendo diagnosticado además con neumonía. En su recuperación, que se prolongó casi tres meses, escribió el guion de lo que sería uno de sus films más controvertidos: un curioso caso de éxito frente al público y la crítica cinematográfica a la vez, y el más comentado, interpretado y re-interpretado film de toda su carrera hasta esa fecha: Persona.
Los productores y colaboradores más cercanos intentaron desalentar la realización de una obra tan introvertida, incluso para lo que Bergman ya acostumbraba hacer; un experimento en apariencia demasiado vanguardista al que creyeron fuera de toda viabilidad comercial. Así, se entablaron desesperantes luchas entre ambos lados de la producción del film, el mismo nombre de la obra fue motivo de agrios desacuerdos:  para los productores de la AB Svensk Filmindustri “Persona” era solo un abstracto concepto oculto bajo el pesado polvo de los manuales de psiquiatría, lo más cercano a su comprensión por el público en general, sería una lejana referencia sobre una denominación de los individuos del género humano, para Bergman en cambio, lector de Jung desde su época de estudiante, este concepto era en sí mismo una máscara asfixiante que necesitaba ser desatada, o al menos resquebrajada, como lo había estado haciendo la suya. Aun con las incertidumbres y vulnerabilidades que pudieran terminar  de aflorar en el proceso, el sentido de tal aventura era catártico y sanador, este acto supremo de desnudez del alma nos lo pudo empezar a mostrar mismo autor en sus propias palabras:“At some time or other, I said that Persona saved my life—that is no exaggeration. If I had not found the strength to make that film, I would probably have been all washed up” 
Persona/Imagen
Él solo podía emprender esta empresa en la manera que le era propia, como artista: forjador de imágenes, y particularmente en su forma particular de expresión, la imágenes fílmica: Un niño de aspecto preocupado gira una y otra vez sobre sí en una cama-camilla. Se levanta y comienza a acariciar una pared blanca sobre la que aparece reflejado el rostro de una mujer, es su madre, pero la imagen inmediatamente comienza a volverse borrosa, los rasgos cambian, gradualmente se transforman en algo más, otro rostro, otra mujer, en este punto la transformación no se completa, y el rostro de su madre comienza a hacerse visible de nuevo, muy sutilmente, y lo que resulta es más extraño aún que todo lo anterior, una imagen de su madre contaminada con la otra figura, extraña, insólita, la máscara ha sido desfigurada y mezclada, ¿con quién? En el transcurso del film se nos presenta Alma, joven enfermera de un hospital psiquiátrico que escucha atentamente a una Doctora, esta la pone al corriente sobre quién será la nueva paciente bajo su cuidado. Se trata de la Sra. Elisabeth Vogler, famosa actriz que, en mitad de un parlamento representando a Electra, se ha quedado muda, estática, solo sonriendo en mitad del escenario; varios días después de emerger esta curiosa situación, sin presentar mejoría, ha decidido recluirse en una clínica, pues a pesar de haber resultado  físicamente sana en todos los exámenes, no ha podido restablecerse su facultad para comunicarse.  
Primera Persona: Jung

Como para Jung la Persona es un arquetipo básico de la personalidad, de un inmenso valor integrador con la realidad pues representa el mecanismo a través del cual interactuamos con  los sujetos y los objetos del mundo externo, un resquebrajamiento en esta “mascara” de funcionalidad social, ya debilidad y disminución o por solidificación restrictiva y asfixiante, representa una serio riesgo a la integridad psíquica del individuo. “Perder la cara es por lo tanto sentirse expuesto, avergonzado, vulnerable”, el ego entonces se encontraría incapacitado para su comunicación con el mundo exterior y estaría aislado, casi muerto, pues por definición él es funcional y necesita experimentarse a sí mismo en su contacto con lo exterior para realizarse. 
Muchas veces es el  mismísimo mundo exterior lo que hace caer la “mascara” que es la Persona, eventos perturbadores o relaciones ya no funcionales aíslan a nuestra psique de la realidad y pueden invalidar a la “imagen” que se ha construido sobre nosotros y comenzar a revelar nuestra naturaleza subyacente de manera caótica, agresiva y beligerante. 
En la película, la psiquiatra de la Sra. Vogler le recomienda dejar el hospital e irse a un reposo a una casa en la playa; sugiere esto pues parece haber encontrado que es su relación con el entorno y sus seres queridos la que parece haberle afectado desarmado de tal manera para la vida:
“Puedes quedarte inmóvil y en silencio.
Por lo menos así no mientes.
Puedes encerrarte en ti misma, aislarte.
Así no tendrás que desempeñar roles, ni poner caras ni falsos gestos.
Piensas.

Pero, ¿ves? 
La realidad es atravesada, tu escondite no es hermético.
La vida se cuela por todas partes.
Estás obligada a reaccionar.”

La Sra. Vogler acepta ir a ese retiro, en el que naturalmente será acompañada por Alma, la enfermera. Pasa bastantes días en los que se distrae frente al mar, reposa, y donde se puede entregar completamente a no hablar; Alma cada vez más en confianza si lo hace, la Sra. Vogler, encantada, escucha todo con una media sonrisa siempre. Una noche, después de unas copas de vino Alma que siempre había hablado maravillas de su novio, de lo feliz que es su vida, una en que no tiene que pensar demasiado, donde siente una gran seguridad; comienza a contarnos algo inquietante, al parecer un pequeño episodio erótico en una playa junto a una amiga un tanto liberal, luego, la escena se ha convertido en una pequeña orgía con la inclusión dos jóvenes desconocidos, sentimientos de culpa sobre actos “inexplicables” comienzan a aflorar en su relato ahora melancólico. Todo deriva en una confesión dolorosa entre llantos sobre un aborto posterior al episodio en la playa, sumando un engaño a su novio, que piensa ser el padre del no-nato. La Sra Vogler ha escuchado todo con paciencia y con seriedad comprensiva según parece. 


Al día siguiente de esta confesión, Alma actúa como de costumbre, alegre y atenta hacia su paciente. Infantilmente deja escapar una comparación entre ambas, dice encontrar un parecido físico con la Sra. Vogler, declara que desearía llevar una vida sofisticada y elegante como asume todas las actrices han de tener, este pueril comentario deja indiferente a la actriz, mucho más interesada en las confesiones nocturnas tal vez. La señora Vogler en una carta a su doctora refiere con tono paternalista y cínico el centro de sus conversaciones con Alma, pero esta carta cae en manos de la enfermera antes de que llegue a la doctora; la lee, la herida es profunda, la indignación total. Se siente desenmascarada.

Segunda Persona: de nuevo Jung

Para Jung cuando el arquetipo de Persona está basado sobre imitaciones y estereotipos ajenos y no son más que simples operaciones miméticas del patrón colectivamente aceptado, es a la vez rígido y quebradizo, extremadamente frágil por su falta de las energías vitales del propio inconsciente. Lo que ocasionará en mayor e en menor medida la llamada posesión por su contraparte, la sombra. Y aunque este trabajo no intenta desarrollar un análisis de este concepto fundamental del inventario de los Arquetipos postulados por Jung, diré que cuando mayor sea nuestra dependencia de una máscara personal,  precariamente construida como símbolo de obediencia a un ideal abstracto propio o ajeno, mayor será la palpitación amenazante de la Sombra en nuestra vida. 

Alma después de su “desenmascaramiento” se vuelve una persona seria y hostil a Elisabeth Vogler, se terminan las tertulias en la playa, dejan de haber encantadoras veladas al calor del hogar de la chimenea. Un día, por accidente deja caer un vaso al piso de pequeñas piedras alrededor de la casa, permanece inmóvil y en silencio, Elisabeth pasea descalza alrededor de los vidrios sin darse cuenta, Alma se agazapa detrás de una columna y aparta la mirada. Un grito pequeño, un poco de sangre, la suficiente como para que Alma, de forma mediocremente cruel, pueda tomar venganza, una cortada no muy profunda en la piel de Elisabeth Vogler, pero una herida grave en el tejido que la unía con Alma.

Bergman en Persona
El desenmascaramiento de Alma es más una filtración de la sombra. El estado de Elisabeth Vogler es más un resquebrajamiento de la persona, de la máscara, al nivel que ella ya no es capaz de emitir palabras atreves de ella. En una de las primeras escenas del film Elisabeth parada en mitad de su habitación en el hospital ve la televisión, un monje budista en posición meditativa del loto, prende fuego a sí mismo, sus carnes arden furiosamente mientras canta un Sutra en mitad de una calle de Vietnam. 
Bergman en su habitación, cuando está recluido por sus ataques de ansiedad,  no hace más que pensar en la guerra de Vietnam (Persona fue realizada en 1966), guerra fría en su devastadora plenitud, dieciocho meses antes del Mayo de París, activadas las crisis sociales y políticas en Europa, un mundo con el alma enferma, Bergman como Elisabeth Vogler no hacen más observar espantados, enclaustrados en su confusión. Al no saber cómo darle la cara a estos asuntos, la imagen que se tiene de él como existencialista creador de bellos y melancólicos films le parece estúpida y pueril. El caos de sus dudas amenaza con devorar su mundo, sin saber que otra cosa hacer, escribe el guión de Persona en seis semanas (tiempo record aun para un maestro del cine). 
La idea de llevarlo a cabo lo pone de pié, le da fuerza, le da algún sentido, y como Elisabeth Vogler en el film, después de sus desacuerdos con Alma, concluye su retiro bruscamente y vuelve a la ciudad a seguir representando a la sofisticada actriz sueca, papel que hasta hace poco le convino tanto, así Bergman vuelve a los estudios, con la emoción de un niño a llevar a cabo un supremo acto curativo, la expresión clara y transparente de su ansiedad. Clímax y final difícilmente tienen este film del maestro sueco, pero sentido y validez sí que tienen ambos, el film y su creador, pues logra articular magistralmente su crisis (cambio, logra decir algo, comunicarse. 

Derribar una máscara, plantear una pregunta por dolorosa que sea, darnos la cara a nosotros mismos, encontrarle el sentido a nuestras dudas y no exprimirles certezas, com-prendernos a nosotros mismos en lo que somos y relacionarnos creativamente con el mundo desde allí, sin juicios, ni propios ni ajenos: mándala, individuación, ser lo que se es y poder expresarlo, articularlo, vivir, todo un proceso lógico-causal que requiere poseer una Persona, pero no vivir poseído ella. Intentarlo con todas nuestras fuerzas para poder Ser y no solo parecer, sea lo que sea que eso signifique para cada uno.
Juan Brines
El Ingeniero Narrativo

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